viernes, 2 de marzo de 2012

El porqué

Apareció de repente.


No me había dado cuenta del momento exacto en el que entró en mi vida. Quizás se hubiera escondido en mi bolsa aquella noche tan triste. Lo seguro es que lo llevaba conmigo mucho tiempo sin haberme enterado de ello.
Lo vi por primera vez una noche que llovía. Estaba sentado en mi almohada mirándome mientras yo me desvestía para echarme en la cama. No me asusté. Esperaba que algún día de estos vendría para preguntarme.
Al principio, sus apariciones no eran frecuentes. Lo veía sólo por las noches y sólo cuando la radio ponía la música que tú solías escuchar. Se sentaba frente a mí, a los dos o tres metros, y me miraba con todo el amor y toda la acusación que ocultaban sus ojos.
A medida que pasaba el tiempo, iba apareciendo con más frecuencia. No sólo por las noches sino por el día también. Una vez lo vi en el autobús. Se había escondido en el bolsillo de un señor que estaba sentado enfrente de mí. Otra vez lo vi en el supermercado, junto a las verduras.


Y siempre me miraba con esa desesperación urgente y con ese enorme porqué en sus ojos.


Después de un tiempo ya formaba parte de mi vida. Lo llevaba conmigo siempre. Le gustaba esconderse en mi cabello o colgarse de mis pendientes. Poco a poco sus grandes ojos me transformaron. Me llenaron de color negro. Empezó por las uñas de mis pies y cada día el color subía mas alto, casi llegaba a mis rodillas. Temía lo que pasaría si el negro llegaba hasta mi corazón.


Sabía lo que tenía que hacer para que se fuera.


Debía dejar de escuchar tu música. Debía darle una respuesta a su constante porqué.
Pero me había acostumbrado a su presencia. Ahora que tú te habías ido, sus ojos grandes eran mi única compañía.


Y pesaban mucho sus ojos. Todo su amor a mi espalda era casi insoportable. Empecé a encorvar. Cada día encorvaba más, hasta que mi nariz tocaba el suelo y después de un tiempo todo mi cuerpo tocaba el suelo. Me movía por las calles como un serpentín. La gente no me veía y solía pisarme. Siempre volvía a casa sucia y llena de pisadas.


Por las mañanas, cuando despertaba, pasaban unos segundos en los que sus ojos aún no habían aparecido. Los colores de la habitación eran claros y podía respirar más fácilmente. Luego, el porqué salía de debajo de la cama, daba un salto y se sentaba en mi pecho. Así que siempre empezaba el día con ese peso cerca del corazón.


Sin embargo, un día, cuando abrí mis ojos, logré completar un pensamiento antes de que apareciera debajo de la cama llenándome con peso y color negro. Debía decírselo. Debía responder a su pregunta para que se fuera de mi vida.
El porqué salió cuidadosamente de debajo de la cama, quizás había entendido que algo era diferente. Abrí la boca para hablarle pero comprendí que ya no tenía ninguna palabra que decirle. Había olvidado todos las cuestiones y todas las preguntas. No me acordaba de nada.
"Ya no importa", le dije a sus ojos.  "Tienes que irte porque la verdad ya no existe. Se ha mezclado con todas tus mentiras y todas mis ilusiones y pertenece al pasado. Tal como tú. Vete ya."


Y el porqué se fue. Se fue de repente, tal como había aparecido aquella noche tan triste.

Artemis Sofiou 18-02-2012 (Texto escrito para la tarea de clase ´El Huésped´)

1 comentario:

  1. 'La próxima vez será más fácil, ahora ya sabes lo que debes hacer para que se vaya´, le dijeron los amigos. Pero, cada vez le dolía aún más y tenía que sufrir de nuevo la misma presencia pesada del poqué. Lo que sí había cambiado era que ya sabía que no era la única persona en el mundo que detestara la duplicidad y la traición por parte de aquellos más cerca, en aquella fiesta de disfraces...

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