Las cosas.
“¡Cuántas cosas…Nos sirven como tácitos esclavos,
Ciegas y
extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de
nuestro olvido;
No sabrán nunca que nos hemos ido”.J.L.Borges.
A veces me
pregunto qué razones me mueven a guardar sobre el ropero
antiguo de mi madre, en mi dormitorio, mis juguetes de infancia junto con los de
mis hijos: esos animalitos de felpa, suaves al tacto que ni ladran ni gruñen, sino
que me miran callados, silenciosos desde arriba.Yo acostada y ellos me vigilan
protegiéndome
como centinelas brotados de un cuento de hadas. Cada uno tiene su historia. El león regalo de mi padre, el panda de un viaje
de mi marido a los Estados Unidos, el perro de lunares negros, la oruga de color
verde, otro perro rojo regalo para mi primer hijo. Osos de peluche, gatos
mimosos, polluelos y conejitos, todos son mis fieles amigos que han viajado
conmigo a lo largo de mi vida y conocen todos mis secretos, mis agonías, sólo a través de nuestras miradas. Mis queridas cosas, mis
juguetes humildes duermen y despiertan conmigo y su presencia atemporal me trae
la imagen deseada de mi padre, la de mi hermana y la mía jovencitas, la imagen de un espacio de
inocencia y de felicidad infinita.
Cuando era pequeña me encantaba visitar las casas de mis abuelas y tías porque tenían todas estas juguetes de infancia para regalarme y que además venían con su historia. Algunas cosas se trajeron mis abuelos desde Alexandria en Egipto cuando fueron forzados de emigrar los griegos desde aquí, otros de muchas partes del mundo porque mis tías viajaban mucho. Una de ellas había vivido en América Latina y fue en su casa que por primeta vez vi fotografías de esta tierra y muñecas y artículos decorativos de los indígenas. Pues, algunas cosas deberíamos guardar, aunque yo he vuelto muy en contra el ahorro sin sentido. Te agradezco Stella por haberme recordado.
ResponderEliminar