jueves, 5 de abril de 2012

La Trilogía de la Envidia


Se ha convertido en un misántropo como si fuera un gnomo envenenado que solo adquiere sentido en la vida en cuanto encuentra a alguien más alto. La envidia le consume como una serpiente que va asfixiando cada trocito de compasión que hubiera podido sentir nunca. Sabe que su fin está llegando. Se llama soledad.

Volvió a casa más tarde de lo que había esperado, muerta de cansancio. Había tenido uno de esos días en los que su paciencia se pone a prueba con los compañeros de trabajo. Ana había empezado a trabajar en la empresa seis meses antes y había venido decidida a ganar a todos y hacerlo sonriendo. Después de quince años trabajando en el sector de ventas, ya sabía que para progresar no bastaba solo con completar las tareas y conseguir los objetivos, sino también establecer relaciones personales basadas en sinceridad y confianza casi sin pensarlo. Hay que amar verdaderamente relacionarse con la gente, pensar de nuevo en maneras para combinar sus intereses con los de la empresa y tenerlos a su lado en las duras y las maduras. Aquel día había exigido de ella una lucha más contra su mayor enemigo. Algo contra el que, a pesar de su habilidad innegable y su larga experiencia profesional, cada vez amasaba todas sus fuerzas desde dentro para contrarrestarlo con tranquilidad. Esa resistencia obstinante por parte de su equipo, una o dos personas que contradecían todas sus ideas sin presentar argumentos lógicos o medidas alternativas para completar la tarea. Tiró las bolsas al suelo y se echó en el sofá cerrando los ojos. Esta tarde, aunque se sentía como si sus fuerzas le abandonaran, estaba orgullosa de sí misma. Había concluido el encuentro pacíficamente, pero tendría que hacer un pacto con los de la oposición. Y se había enterado de sus motivos  trassu intento de crear revuelo. Por una vez en la historia, pensó Ana, los curas tenían razón y los psiquíatras un caso. La envidia es un pecado capital y un arma en las manos del acosador. Pero, solo si permía que le afectara. Y se negó a pensarlo más.


El otro día conversamos sobre la envidia y se me ha ocurrido que no di la respuesta adecuada. La verdad es que la envidia es un sentimiento humano común, lo que se ha reconocido a lo largo de nuestra historia y parecería presumido por mi parte si yo también no me confesara culpable de haber sucumbido a ese pecado en particular. Os aseguro que no soy perfecta, sino una ávida lectora de Bertrand Russel, mi filósofo ínglés favorito y además ateo. Rusell ha descrito la envidia como la primera causa de infelicidad cuando el hombre no logra canalizarla hacia actividades benéficas, pero, por otro lado, el mismo sentimiento humano potente puede transformarse en una fuerza motivadora hacia una sociedad más justa y democrática. Pues, yo me quedo con ese último punto: entre todos los sucesos actuales fatídicos que están fuera de nuestro control, todavía retenemos el derecho de elegir encaminar nuestros sentimientos hacia la construcción de un entorno más sano y fuerte
, empezando primero a nivel personal.   



Uranía 28 marzo 2012 (Texto escrito por la tarea ´La Envidia´)



2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho, Uranía, lo que has escrito.
    ¡Muy bien hecho, de verdad!

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  2. Gracias y gracias por los dulces, !que te cumples más!

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