martes, 3 de abril de 2012

La impaciencia

La cocina olía a canela. Ella tenía casi cinco años y el molde en el horno estaba a la misma altura que la de sus ojos. Se quedaba imóvil mirando la masa que se doraba. Los pedazos de azúcar brillaban como diamantes.
-¿Cuando estarán hechos?, preguntó a su madre.
- Que no seas tan impaciente Luisa. No se cocerán más rapido porque tu los estés mirando. Ven a vestirte mi amor que papá llegará pronto para llevarnos.

Luisa se puso el cinturón de seguridad. La madre los había puesto en una cesta cubierta con un pañuelo blanco. El olor de la canela flotaba en el aire encima de los raídos asientos del coche y le cosquillaba la nariz.
-¿Mamá puedo tomar uno?
- Ay Luisa, qué persistencia. Lo siento mi cielo pero me salieron menos de los que tenía en cuenta y ahora los he arreglado en la cesta de manera que parezcan más. En cuanto se los dé a la tía Julia y ella nos sirva podrás tomarlos.
-¿Cuántos mama?
-Cuantos quieras mi amor.
Luisa miraba a la calle y a los coches polícromos que llenaban la ciudad.

La tía Julia los estaba esperando en el jardín.
-¡Bienvenidos! ¿Qué me traes, Maria? ¡Ah estos bollitos tan sabrosos que son tu especialidad! Debes darme la receta.
La tía tomó la cesta que olía a canela y entró en la casa.

En el jardín había árboles. Uno grande y tres pequeños. Había una mesa con sillas naranjas, macetas con flores rojas, baldosas de piedra y un perro que no sabía como ladrar.
-Mamá, ¿cuando los servirá la tía Julia?
-Luisa ahora empiezas a irritarme. No sé. Los traje para la tía y cuando ella quiera los servirá. Ven a jugar mi amor. ¿Has visto que bonito el jardín, eh? Y mira Totó, está moviendo la cola ¡quiere jugar contigo!

Luisa seguía a una hormiga que corría. Era marrón como el caramelo denso y zigzagueaba rápidamente por el blanco murito. La hormiga entró en la casa. Luisa perdió sus rastros entre el dibujo complicado de los baldosas en el vestíbulo. Sin embargo, seguió buscandola en las habitaciónes de la casa. Luisa abrió la puerta de la cocina.En el banco estaba la cesta. El olor a canela era tan compacto que casi lo podías tocar. Estaban puestos dentro de la cesta de una manera que parecieron como un flor, una margarita . Luisa tomó uno. Ahora en el centro de la cesta había un agujero negro.

Corrió hasta la parte detrás del patio. Aquí había basura, una pala y un rastrillo, algunas cajas y ladrillos. Abrió la boca y lo mordió. El azúcar crecipitaba entre los dientes.Sin embargo, el estómago de Luisa se había hecho un nudo y sentía como si masticara un pedazo de papel. Miró alrededor y luego escondió el bollito debajo de un ladrillo.

Luisa se limpió los manos en sus pantalones cortos y fue a la parte de atrás para jugar con Totó.
- Luisa, ven aquí y dame un abrazo.
El pelo largo de la madre caía sobre el rostro de la Luisa. Olía a manzanilla.
-Sabes algo mi amor, no te preocupes sobre los bollitos, que cuando regresemos a casa haré otros, ya que tanto te gustan. Da me un beso Luisita. Pero, Luisa, hueles a canela. ¡Has tomado uno sin preguntarme !
-No, no he tomado ninguno.
-Luisa a mí no me mientas que sabes lo que me enfada esto. No vas a tomar ningún otro hasta que la tía nos sirva y nisiquiera en la casa. Te había dicho que debias esperar. Y además me estás mintiendo.

Luisa sentió las lágrimas que acercaban. Le quemaban los ojos. Corrió hasta la parte detrás del jardín. Levantó el ladrillo tomó el bollito y lo tiró lejos por encima del murito.

Un perro ladró exactamente como ladran los perros cuando un bollito les alcanza en la cabeza.

Artemis 1/4/12 (texto escrito por la tarea '' recrear un cuento a partir de un sentimiento o pecado capital.'')


2 comentarios:

  1. ¡Qué madre tan cruel! ¡Pobre Luisita!

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  2. No me puedo imaginar mejor manera para empezar un mes de la primavera que con el olor de canela en la cocina y la continuación es más interesante con más olores, imágenes y un diálogo vivaz para demostrar los sentimientos entre las palabras. Te queda bien escribir con personajes Ártemis, muy bien...

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