martes, 22 de mayo de 2012

Semejante al arco iris


(1885)
María está contemplando el traje de novia colgado en la pared. Pronto sus amigas vendrán para vestirla. Es un traje muy bonito, todo hecho de seda y terciopelo, lleno de bordados multicolores, con encajes finos en el cuello y en las mangas. Es el mismo traje que llevó su madre el día de su boda, y antes de ella la madre de su madre. Por muchos años fue cuidadosamente guardado en el baúl, a la espera de este día. Ya han aireado las prendas policromadas que no se pueden meter en el agua, han lavado, almidonado y planchado con meticulosidad las enaguas múltiples, la camisola de encaje, el velo transparente y las otras prendas blancas del conjunto y ahora todo está listo para ella. Ella no llevará las joyas de plata bañadas en oro que llevó su madre en su día, ya que sobre la mesa están resplandeciendo bajo el sol de la mañana los collares, el anillo, los pendientes y las pulseras de oro puro y piedras preciosas, que su futuro marido le ha regalado para lucirlas este día tan especial.
Estará guapísima. A pesar de sus doce años, ya tiene el cuerpo formado de mujer. Sus amigas todavía parecen niñas frente a ella. ¡Cómo la van a envidiar esta tarde, cuando ella sea el centro de toda atención! ¡Cómo envidian ya su suerte, por casarse la primera de todas! ¡Y encima con este capitán tan rico, dueño de un barco que cruza el Mar Negro, y de la casa más grande del pueblo, llena de cosas traídas de todos los puertos de este mar inmenso! Ella va a convertirse en una gran señora, con criadas que harán las tareas más duras de la casa. Nunca tendrá que trabajar en los campos, como su pobre madre, que después de quedarse viuda  se las vio y se las deseó para criar a sus tres huérfanos.
Al novio no lo conoce bien, todavía. Lo ha visto sólo una vez, el día de la pedida de mano, y entonces entre muchos otros invitados. Cuando el cura les puso las alianzas él la había sonreído, felicitándola con un beso en la frente. La verdad es que le pareció muy mayor ─ después madre dijo que tiene los mismos años que tendría  su pobre padre, si viviera─  y  un tanto pavoroso, con su estatura grande, su cuerpo voluminoso y su voz honda y resonante. ¿Cómo iba a vivir toda su vida con él? Ha oído decir que los hombres hacen ciertas cosas a sus mujeres, para que ellas queden preñadas y les paran hijos. Había preguntado a su madre para que la iluminara acerca de eso, pero ella sólo le dijo que no debería preocuparse por nada, que su futuro marido la iba a amar mucho y que la iba a cuidar y proteger igual que un padre afectuoso. De todas maneras, había concluido su madre, ella tenía la obligación de obedecerle y complacer a su marido, porque eso era el deber de cualquier esposa buena. Pues, tendrá que esperar para ver lo que pasa. Para decir la verdad, ahora que la boda está tan cerca, las dudas la están atormentando: ¿Acaso podrá ella vivir, desde mañana mismo, en una casa ajena, sin su madre y sus hermanos, junto a este marido tremendo, entre gente hasta hoy desconocida?
Pero ya se escuchan las risas y las voces alegres de sus amigas que están llegando. Ya están a la puerta. ¡Debe olvidarse de los malos pensamientos y de sus miedos infantiles! ¡Éste es el día de su boda! ¡Ella es la novia! ¡Todas las miradas estarán puestas en ella! ¡Será la reina de esta noche! ¡Será la envidia de todas! ¡Seguro que su vida será feliz y bonita, como este pequeño arco iris que tiembla en la pared, formado por el reflejo del sol sobre las pedrerías de sus joyas preciosas!

(1949)
Ana está en su cama, pero los nervios no la dejan pegar ojo. Sería bueno si pudiera  echar una siestecita de media hora, ya que esta noche será larga. De todos modos va a descansar un rato. Estos últimos días, con las preparaciones, las compras, las visitas de los parientes y por encima su trabajo en el banco, han sido muy ajetreados, de verdad.
Parece mentira que por fin haya llegado el día de su boda, después de tantos años con Nicolás. Casi no se lo cree. Tuvieron que esperar mucho, de verdad. Primero fue la guerra, que estalló unos meses después de haberse conocido. Nicolás fue enlistado y partió para el  frente enseguida. ¡Qué meses fueron aquellos de la espera! Recibía su carta y mientras la leía no sabía ni siquiera si su hombre estaba todavía vivo... Después, cuando los alemanes entraron en Atenas, Nicolás pudo por fin volver. Durante la Ocupación, en los años del hambre y de la miseria general, su idilio había  florecido. La muerte acosaba por todas partes, pero ellos, ajenos a todo, aprovechaban cada oportunidad para estar juntos y vivir su amor.
Cuando por fin llegó la Liberación, ella había planteado por primera vez la cuestión del matrimonio. No diría nada, si no fuera por la presión constante de su madre, que siendo viuda con seis hijas tenía gran premura de casarlas a todas lo antes posible. Entonces Nicolás le había contestado que aunque no cabía duda de que ellos dos se iban a casar un día, aquel no era el momento oportuno. Tenían primero que asegurar su situación económica. "Ya veremos más tarde" ─había dicho─ "todavía somos muy jóvenes". Había añadido, después de un momento de hesitación, que en su familia esperaban que se casara primero su hermana mayor, y que él quería respetar aquel deseo de sus padres, que él mismo también lo consideraba lógico. Ella había aceptado su razonamiento. Por cierto, esa hermana suya ─buena persona, pero poco agraciada─  había tardado mucho hasta encontrar su hombre ideal. Por fin cosiguió localizarlo y hace ya dos años que se han casado.
Ellos se comprometieron inmediatamente después. Tenían previsto casarse al cabo de unos meses,  pero para entonces estalló la Guerra Civil, y Nicolás ─que había participado en la lucha de la Resistencia contra los Nazis como miembro de una organización de izquierdas─ fue detenido, junto a tantos otros demócratas, y después desterrado en aquella islita arrida en el medio del Egeo. ¡Otro tiempo durísimo para ella fue aquel! Corrían rumores de toda índole: Que los nacionalistas iban a hundir los barcos que llevaban a los demócratas a su exilio, o que los iban a matar al llegar allí, bajo cualquier pretexto. Gracias a Dios nada de eso sucedió. Al terminar la guerra, con la derrota total del Ejército Democrático, lo dejaron por fin libre, ya que no habían encontrado nada en contra de él, aparte de sus ideas políticas.
Ahora Nicolás ha iniciado su propio negocio, con un amigo como socio, y tienen muchas esperanzas para el futuro. Tan optimistas están que Nicolás ─seguramente apresurado por su familia, que es muy tradicional─ le había pedido que dejara su trabajo en el banco, ahora que se casaba. Desde luego, ella se negó rotundamente, y él tuvo que aceptar su determinación, aunque a regañadientes. Como profesa de ser tan progresista ─¡y feminista también!─ no le quedaba otra, que conformarse. Es verdad que ella tuvo que asegurarle que su casa, su marido y los hijos, cuando vinieran, iban a ser siempre su primera prioridad. Sería su responsabilidad ─había prometido─  de conseguir compaginar su papel de buena esposa y ama de casa con su trabajo.
Su vestido de novia está colgado en la pared. Es todo de seda fina, color marfil, y es precioso. Se lo regaló su suegra, que es una modista excelente, junto con el camisón de la noche de bodas que también es de seda blanca adornado con encajes finos. ¡Estará guapa esta noche! ¡Que bien ha hecho en comprarse esta corona de flores tan elegante, como complemento! La que le había prestado su cuñada no le gustó nada. No quería decírselo a Nicolás, porque seguro que él se reiría de su coquetería. En el último momento tuvo que pedir un préstamo a su compañera para pagarla, ya que el dinero que había ahorrado para la boda se había agotado con los gastos para la nueva casa. ¡Valió la pena! Devolverá el dinero prestado a su amiga el próximo mes. ¡Sólo una vez será la novia! ¡Tiene que estar espectacular!.
La hora se está acercando . En unos minutos van a aparecer sus amigas, y junto a sus hermanas irrumpirán voceando en la habitación para "despertarla" y vestirla. Ya tiene lista la maleta con las cosas que van a llevar al hotelito de las afueras, donde pasarán unos días de luna de miel. En la maleta está también aquella sábana bajera, que su suerga le ha dado para que la ponga en la cama matrimonial. Sonreía cuando se la entregaba, diciendo casualmente que a la mañana siguiente de la noche de bodas iba a enviar al hotel a Elena, su sobrina, para que se la llevara y se la devolviera a ella. Explicó, sin dejar de sonreir bondadosamente ─quizas con una pizca de ironía, piensa ahora─ que era la costumbre en su familia que se exhibiera la sábana de la primera noche de bodas, para que todos pudieran comprobar tanto la virilidad del novio, como la pureza de la novia. Ella se quedó tan asombrada, que se le había cortado el aliento. No fue capaz ni decir esta boca es mía. Por su parte Nicolás, que también estaba presente, le había echado una mirada  fugaz a ella, pero no dijo nada a su madre.
¿Qué iban a hacer con esto? Por supuesto, ella no es virgen. Nicolás fue su primer y único amante, eso sí, pero han tenido relaciones íntimas desde hace muchos años ya. Al principio ella había resistido su acoso continuo para que se dejara, pero pasado el tiempo tuvo que ceder, aceptando que eso era de todos modos lo normal. Cierto que Nicolás debía haberle dicho a su madre, en aquel instante mismo, ¡que guardara  su sabanita para otra ocasión y también que se fuera a freír espárragos! Debía haberle dicho que la virilidad del novio y la pureza de la novia les  importaba sólo a ellos dos y a nadie más. No tuvo los cojones para hacerlo. Parece tan hombruno, pero frente a su madre se convierte en un niño, sin voluntad propia. Seguro que esta noche, cuando ella le pregunte qué es lo que van a hacer con la dichosa sábana, él responderá que no le importa un comino, que si su madre tiene el vicio de examinar las sábanas de las noches de bodas que lo haga, que ellos no se van a molestar sobre eso.  Desde luego, la cuestión es si ella tiene el coraje de empezar su vida de casada causando un escándalo con su suegra. Si ella es capaz de enfrentarse a su suegra directamente. Sabe que no lo es. No valdría la pena, de todos modos. Mejor que meta ahora mismo en la maleta un alfiler, para agujerar su dedo mañana por la mañana. Dos gotas de sangre salvarán el día. Tiene que hacerlo ella, tiene que aguantar también eso, como ha aguantado ─tres veces ya─ aquel otro, aquello muchísimo peor, en lo que no quiere pensar ahora.
Ya se oyen voces. Sus hermanas deben de estar despertándose. Sus amigas estarán a punto de   llegar. Debe levantarse para empezar su aseo. Dentro de dos horas estará en la iglesia al lado de su hombre para empezar junto a él una vida nueva. Debe olvidarse de los malos pensamientos y tener fe en el futuro. Al fin y al cabo Nícolas y ella se quieren. Han podido mantener vivo su amor, a pesar de tantos reveses. ¡Van a ser felices! Ayer, mientras él la acompañaba a su casa, después de aquel aguacero repentino, vieron juntos un bellísimo arco iris que coronaba el monte Himeto. Él le había apretado la mano y ella sintió que ambos estaban pensando en la misma cosa: El arco iris es el símbolo eterno de las buenas esperanzas, como las que tienen ellos dos,  para su vida en común....

2010
Anastasia está acostada en la cama estrecha de su antigua habitación, en la casa paterna. Hace ya tres años que viven juntos con Panos en su propio piso, pero este mediodía ha venido aquí, para almorzar junto a sus padres, en su último día de soltera. Panos también fue a comer con sus propios padres.
La boda va a celebrarse dentro de dos horas allí mismo, o sea en el patio de la casa,  ya que en esta localidad tan pequeña no hay por el momento otro lugar adecuado para las bodas civiles. Normalmente éstas ceremonias se celebran en el despacho del alcalde, que es tan estrecho que aparte de él mismo no cabrían allí sino los novios y sus dos testigos. Afortunadamente fue el mismo alcalde  quien les propuso, por su propia iniciativa, que la boda se celebrara en la casa. Ellos no se atreverían a proponérselo, por mucho que mamá había insistido que lo hicieran.
¡Sería tan bueno si la boda pudiera celebrarse en el jardin, bajo el gran pino, como lo habían pensado! ¡Lástima que ya no puede ser! Con este diluvio que ha caído del cielo después del mediodía, la tierra está ahora empapada y llena de lodo. Menos mal que está el patio cubierto y recién pavimentado, para la ceremonia. Mamá lo ha decorado todo con arreglos florales preciosos. Claro que los invitados estarán un poco apretados, pero no importa, la ceremonia civil dura sólo unos minutos. Después irán al lugar donde se celebrará el banquete. Por suerte la gente del catering les han ofrecido esta solución de última hora, ya que las mesas y las sillas que ayer habían puesto en el jardin están ahora mojadas. Se podrían secar, por supuesto, pero no hay manera de que sienten a los invitados en el jardín, después de tanta lluvia. También la temperatura ha bajado considerablemente. Por la noche seguro que hará hasta frío.
Panos y ella habían insistido en seguir con los preparativos para hacer el banquete en el jardín, aunque todos los boletines estaban de acuerdo en que el tiempo ─caluroso  y veraniego hasta ayer─ iba a cambiar al mediodía de hoy, y que habría tempestades fuertes en toda la región de Atenas. Ellos no lo querían creer, y eso que habían visto los gráficos de la previsión de precipitaciones en la red, donde se veía una mancha oscurísima puesta exactamente sobre esta localidad del norte de Atenas. Como no había llovido ni una vez en los tres últimos meses, les parecía un chiste de mal gusto el que fuera a llover precisamente el día de su boda, que la habían imaginado celebrada con una fiesta alegre en el jardín de esta casa, bajo los pinos. Podría ser que se hubieran equivocado los meteorólogos, o que la lluvia se retrasara un poco, hasta terminada la fiesta...
No fue así. La ciencia una vez más ha acertado... Mamá apenas había llegado de la peluquería, cuando empezó a tronar y en unos minutos los cielos se abrieron. Llovía a cántaros. El nivel del agua subía rápidamente, amenazando con inundar el patio de un momento a otro. Mamá agarró una escoba, y lo mismo hicieron las dos tías que llegaron para la boda desde la ciudad de origen de papá. Hasta el mismo papá había cogido una escoba, más para ser inmortalizado en una instantánea, que para ayudar a remover las aguas. A ella la habían mandado para dentro, para que no se estropeara su peinado, ya que es la novia.
Apenas media hora había durado la lluvia. Poquito a poco escampó, salió otra vez el sol, iluminando el paisaje recién lavado. Mamá la llamó para que viera el arco iris resplandeciente, que formaba un hemiciclio casi perfecto, alrededor  del  cono de Penteli.
¡Era tan bello! ¡Ojalá que su vida con Panos sea semejante a aquel arco iris luminoso! Han estado juntos desde hace ya diez años. Los últimos tres viven juntos. Se quieren. Saben que su vida en común puede tener, a veces, momentos color malva,  momentos morados. También saben que puede tener momentos color de rosa, hasta algunos preciosos momentos dorados. Ahora, minutos antes de que se levante para vestirse de novia, piensa que cada experiencia que uno vive ─no sólo las buenas─, cada vivencia, tiene su mérito. La vida misma, con sus altibajos, los miedos, las esperanzas de cada uno, los entusiasmos, los desengaños, el esfuerzo cotidiano y obstinado contra las adversidades, las risas y también las lágrimas, es semejante a un arco iris: Tiene todos los colores, y si uno la  contempla  desde  una  distancia,  es  siempre  bella.


Tina Dugalí                                                                                                   Atenas, 18 de Mayo 2012

(Escrito para la tarea de clase: "Semejante a..." 

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