Un mentiroso. Eso es lo que fue y Penélope estaba harta de esperar. Estaba
enfadada, enojada, hasta las narices estaba de estar esperándole, de estar
pensando en su ausencia, en su olor y en sus palabras. Palabras mentirosas. Que el tiempo era relativo, le había dicho. Que
volvería pronto. Que sabía que ella era una mujer fuerte que saldría adelante, por
eso la amaba tanto. Mentiras. Siempre mentiras.El tiempo no era nada relativo y ella lo sabía muy bien. El tiempo era algo
real, concreto, pesado e inevitable. El tiempo hacía que las pasiones se
desvanecieran , que las palabras se transformaran y que los miedos agrandaran.
El tiempo que pasaba dejaba huella en su rostro cada día. En su mirada cada día
más lejana.El tiempo es relativo mi amor, volveré pronto, le había dicho y ahora ella
podía ver todas las horas del día extenderse hasta la enternidad. Y él no
estaba.Ya no tenía ganas de hacer nada. Su cuarto le pareció demasiado pequeño y
le dolía la espalda después de tantas horas sentada frente al telar. Para tejer
siempre elegía lana de color negro. O rojo como toda esta cólera que la
mantenía viva.Le odiaba por todas sus promesas que la habían dejado inmóvil, incapaz de
cambiar cualquier cosa. Sus palabras por las noches y su beso de despedida le
habían hecho creer que podría parar el tiempo. Que podría mantener vivo algo
que se fue. Pero en esta lucha con el
tiempo ella siempre era la vencida. Cada mañana que se despertaba miraba su
rostro en el espejo y allí estaba la huella del tiempo. Un pelo blanco más en
su cabello negro y esas líneas alrededor de su boca cada día más estrictas.Miraba al mar desde su pantalla y le inundaba una ira que hacía temblar sus manos. Quería tomar unas tijeras e ir a cortar
el mar en pedazos. Todo este azul asqueroso quería destruirlo, cortarlo, herirlo.
Azul, verde, olas blancas, las gaviotas, las rocas húmedas. Todo en mil pedazos.Luego cavaría un agujero profundo en la tierra . En la tierra amada y
sólida. La tierra fiel. Con sus colores tranquilos y calientes. Tierra que
brillaba como oro. Allí dentro, muy adentro, enterraría todos los pedazos del
mar. Imaginaba que con sus pies y con sus manos tiraría tierra en el agujero,
lo llenaría hasta arriba con tierra que olía a lluvia. Luego, la pisaría
con sus piernas desnudas hasta que se extendiera por todas partes. Borraría
todo lo azul. Y después agotada del cansancio dormiría encima de su tumba peculiar,
tranquila por fin y bella como nunca, bella con sus grandes pestañas y su pelo
negro hasta la línea oscura de tierra escondida debajo de las uñas de sus manos.Penélope siempre amaba a la tierra. Amaba su fidelidad y su coherencia. Y Ulises
siempre tenía esta inmadura y urgente pasión por el mar y lo desconocido.
Artemis, 10 de Mayo de 2012 (
Texto escrito para la tarea de clase ´semejante a...´)
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