La patria es una
tierra mítica.
No existe en
concreto.
Pertenecemos a
donde pertenece nuestro corazón,
nuestra memoria y
nuestros sentimientos.
“Ubi panis ibi
patria”…
Es una conclusión
tan lógica,
y “ubi bene ibi
patria” otra,
demasiado abierta.
¡Feliz sea quien no
tenga raíces!
Pero no existe.
El exilio nos
recuerda,
que nos las han
cortado.
¡Enemigos
fantásticos o reales deberían ser culpables!
Fuerzas demoníacas
que mutilan las vidas.
La pobreza, el
peligro, la amenaza,
la ira, la
culpabilidad y la persecución…
son fantasmas que
aúllan,
heridas sangrantes
que no se recuperan.
Los días pasan
y el pensamiento permanece
fijo en una sola idea:
“¡Qué de
lejos!”
Nikos
Papaefstathiou
10 de diciembre
de 2017
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